

Fecha: 19-24 de agosto de 1997
Pontífice: Juan Pablo II
Tema: Tema: «Maestro, ¿dónde vives? Venid y veréis» (cfr. Jn 1,38-39)
Himno: Maitre et Seigneur (Maestro y Señor)
Esta vez el Papa llamó a los jóvenes a reunirse en el corazón de Europa, en la patria de la laicidad, aunque al servicio de la libertad, la fraternidad y la igualdad, que también son parte esencial del cristianismo. La respuesta fue clara y en París se formó una verdadera cadena humana de jóvenes que, dándose la mano, “rodearon” literalmente la ciudad en un gran abrazo de más de 36 kilómetros de longitud. En su mensaje el Papa quiso subrayar que, aunque todo puede cambiar y transformarse a nuestro alrededor, la Palabra de Dios permanece fiel a sí misma, no cambia, pasa a través de la historia, encontrándola y fecundándola, hasta llegar al pleno cumplimiento de lo que anuncia. «Cuando Él está en medio, la pregunta siempre se da la vuelta: de interrogantes se pasa a ser interrogados, de “buscadores” nos descubrimos “encontrados”; es Él, de hecho, quien desde siempre nos ha amado primero (cfr. 1Jn 4,10). Ésta es la dimensión fundamental del encuentro: no hay que tratar con algo, sino con Alguien, con “el que Vive”. Los cristianos no son discípulos de un sistema filosófico: son los hombres y las mujeres que han hecho, en la fe, la experiencia del encuentro con Cristo (cfr. 1Jn 1,1-4)». Por lo tanto es Jesús quien toma la iniciativa, subrayado fundamental para entender el ¿dónde vives?, tema de la JMJ. Las palabras del Papa son las de un padre que exhorta a sus hijos a dar un paso hacia algo importante en que poder confiar: «No tengáis miedo de acercaros a Él, de cruzar el umbral de su casa, de hablar con Él cara a cara, como se está con un amigo (cfr. Ex 33,11). No tengáis miedo de la “vida nueva” que Él os ofrece […]. Jesús es un amigo exigente que indica metas altas, pide salir de uno mismo para ir a su encuentro, entregándole toda la vida: “quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8,35). Esta propuesta puede parecer difícil y en algunos casos incluso puede dar miedo. Pero – os pregunto – ¿es mejor resignarse a una vida sin ideales, a un mundo construido a la propia imagen y semejanza, o más bien buscar con generosidad la verdad, el bien, la justicia, trabajar por un mundo que refleje la belleza de Dios, incluso a costa de tener que afrontar las pruebas que esto conlleva? ¡Abatid las barreras de la superficialidad y del miedo! Reconociéndoos hombres y mujeres “nuevos”».
Todas las intervenciones del Santo Padre: https://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/travels/1997/travels/documents/trav_paris-1997.html
Síntesis elaborada sobre la base de la ficha publicada por frontierarieti.com, órgano de la Diócesis de Rieti