
El año 1985 fue proclamado por las Naciones Unidas “Año Internacional de la juventud”. No ha pasado ni siquiera un año del Jubileo de los jóvenes, pero se decide proponer de nuevo un gran encuentro de jóvenes en Roma, el 30 y 31 de marzo.
«Estáis llamados a construir la paz»: a los jóvenes de 70 países, reunidos el sábado por la tarde en la plaza de San Juan de Letrán, el Papa les habla de la participación a todos los niveles a la que las nuevas generaciones están llamadas.
De nuevo, más de 300.000 jóvenes de todo el mundo participan en la celebración.
Después de una noche de oración, en la mañana del 31 de marzo, la gran cita en la Plaza de San Pedro para celebrar el Domingo de Ramos.
Aquí el Papa anuncia una sorpresa: una Carta Apostólica particular, Dilecti amicis, dirigida a todos los jóvenes. «Siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere», es el tema de la carta, dirigida a los jóvenes y a las jóvenes del mundo en el Año Internacional de la Juventud.
El documento parece casi una larga y apasionada conversación con los jóvenes y en gran parte es un comentario del episodio evangélico del encuentro de Jesús con el joven rico (cf. Mc 10,17 a 22; Mt 19,16-22; Lc 18,18-2).
Un mensaje de esperanza y compromiso a través del cual el Santo Padre recuerda que para la Iglesia la etapa de la juventus es de gran importancia, porque en ella se fraguan las esperanzas del futuro de la humanidad y de la misma Iglesia.
El 20 de diciembre de 1985, recordando el encuentro de marzo, el Santo Padre instituyó la Jornada Mundial de la juventud y delineó con precisión las líneas pastorales, educativas y, se podría decir, existenciales que las Jornadas deberían seguir.
Síntesis elaborada sobre la base de la ficha publicada por frontierarieti.com, órgano de la Diócesis de Rieti