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JMJ 2013: jóvenes custodios de la creación
Manifiesto para la Jornada Mundial de la Juventud 2013 – Río de Janeiro
“El futuro a escala humana que queremos”
Desde los albores de la civilización, el hombre ha modificado el medio ambiente, intentando aprovechar al máximo los dones de la Creación. Pero a partir del siglo XVIII, con la llegada de la revolución industrial, comenzó una nueva era en la que la composición química de la atmósfera se vio progresivamente modificada por las emisiones provocadas por el uso de combustibles fósiles.
La comunidad científica, basándose en datos objetivos, ha denunciado repetidamente los riesgos que este comportamiento puede conllevar, en particular en relación con el cambio climático. Y hoy en día, las peticiones de los académicos ya no pueden ignorarse.
Los datos del problema.
La liberación de gases de efecto invernadero a la atmósfera provoca un aumento de temperatura a un ritmo sin precedentes. Incluso en el pasado, la Tierra ha experimentado aumentos de temperatura significativos debido a causas naturales. Pero en los próximos cien años corremos el riesgo de experimentar el mismo aumento de temperatura que en otras eras geológicas se ha producido a lo largo de veinte mil años, con un proceso doscientas veces más rápido. La cantidad de estos gases presente en la atmósfera hoy en día ya es mayor que en los últimos tres millones de años. El derretimiento de los glaciares, el aumento y la acidificación de los océanos, la deforestación, la sequía y los fenómenos climáticos extremos ponen en riesgo vastas zonas del planeta, especialmente a los más pobres, y podrían causar daños devastadores, en particular a los 600 millones de habitantes que viven a tan solo un metro sobre el nivel del mar. La base de estos fenómenos es el aumento de la demanda de energía para hacer frente al desarrollo de las economías emergentes y la disminución de la disponibilidad de agua dulce.
El derecho al crecimiento de más de dos tercios de la población mundial, que busca salir de la pobreza, debe encontrar respuesta en las tecnologías limpias para el acceso a la energía y al agua. A principios del tercer milenio, existe la posibilidad de respaldar este derecho utilizando los descubrimientos que la ciencia y la tecnología han puesto a nuestra disposición.
Un problema ético.
En cambio, tenemos la fundada impresión de que, a medida que nuestro conocimiento se expande, la capacidad de distinguir entre el bien y el mal se reduce cada vez más. En otras palabras, corremos el riesgo de convertirnos en gigantes tecnológicos, pero enanos morales. Y, en cambio, el problema ecológico, como han afirmado los Papas de las últimas décadas, es ante todo un problema ético.
Por eso, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, fieles a las enseñanzas de la Iglesia, queremos dirigir este Mensaje a nuestros semejantes de todo el mundo y a toda persona de buena voluntad. Lo hacemos conscientes de que, si bien los datos científicos nos alertan de que sería irresponsable subestimarlos, por otro lado es importante subrayar que una tendencia no significa el destino. Aún estamos a tiempo de revertirla. Y lo primero es redescubrir la verdad de la naturaleza como una creación que remite a un Creador y que el Creador mismo ha confiado al hombre como su custodio.
Esta es precisamente la invitación que el Papa Francisco, desde los primeros días de su pontificado, ha dirigido a todos. Una invitación que parece estar en continuidad con la enseñanza desarrollada por sus predecesores sobre la salvaguardia de la Creación. Por lo tanto, mientras nos preparamos para vivir como jóvenes este nuevo encuentro con el Sucesor de Pedro en suelo brasileño, queremos hacer nuestra esa invitación y proponerla de nuevo al mundo.
Al fin y al cabo, entre los jóvenes y la ecología siempre ha existido una unión natural. Como reconoció Benedicto XVI, fueron los jóvenes quienes primero comprendieron que «en nuestra relación con la naturaleza hay algo que no funciona; que la naturaleza tiene su propia dignidad y que debemos seguir sus consejos».
El beato Juan Pablo II, promotor de las Jornadas Mundiales de la Juventud, nos había recordado previamente que, junto a la ecología comúnmente entendida, existe también una ecología humana. Y Francisco, desde que eligió su nombre como Pontífice, ha vuelto a poner en primer plano al santo que, antes que nadie, nos enseñó a llamar hermanos a los elementos naturales como el agua y el sol, y nos ha invitado a respetar a todas las criaturas de Dios y el entorno en el que viven y en el que nosotros mismos vivimos con ellas.
Nuestras peticiones, nuestros compromisos.
Los datos que hemos recordado brevemente exigen decisiones responsables, previsoras y oportunas. Nosotros y nuestros padres somos las primeras generaciones en ser conscientes de lo que está en juego y de las consecuencias negativas que podrían surgir si no se adoptan las medidas necesarias.
Solicitamos a los líderes gubernamentales de todo el mundo y a las organizaciones internacionales que no nos arrebaten nuestro futuro y nuestra esperanza, presos de intereses cortoplacistas que generan conflictos y vetos cruzados y, por lo tanto, conducen a una peligrosa inmovilidad;
- Implementar acciones concretas para evitar llegar a un punto de no retorno, más allá del cual la Tierra podría volverse inhóspita para la humanidad;
- Limitar al máximo las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, utilizando fuentes alternativas no contaminantes ya disponibles;
- Promover la investigación, el desarrollo y el acceso universal a fuentes de energía limpia adicionales;
- Experimentar y difundir modelos y estilos de vida para el uso sostenible de los recursos naturales y energéticos. – no considerar los fondos utilizados en estas direcciones como un costo, sino, por el contrario, como una inversión para las generaciones futuras;
– proteger la biodiversidad y las reservas de agua limpia y fresca del planeta.
Pedimos a los medios de comunicación de todo el mundo que
– garanticen que se adopten efectivamente las medidas necesarias;
– no se presten a campañas de especulación y desinformación orquestadas por quienes actúan solo en nombre de su propio beneficio;
– difundan datos científicos y los aspectos éticos del problema entre la opinión pública mundial, contribuyendo así a la formación de una conciencia verdaderamente ecológica.
Por nuestra parte, nos comprometemos a:
respetar la verdad del ser humano, la cumbre de la Creación, en armonía con la naturaleza,
siguiendo el ejemplo de San Francisco;
redescubrir la vocación de custodios de la Creación para salvaguardar a los demás, como nos enseñó el Papa Francisco;
subrayar la dimensión ética de las decisiones que rigen la protección de la Creación, como enfatizó Benedicto XVI; Promover una ecología humana correcta, como afirmó el beato Juan Pablo II;
cambiar nuestros estilos de vida para proteger la Creación y transmitirla a las futuras generaciones;
promover el uso eficaz y solidario de los recursos disponibles;
presionar con todos los medios a nuestro alcance para que los gobiernos y las instituciones internacionales adopten las medidas necesarias y, sobre todo, financien la investigación de nuevas fuentes de energía no contaminantes;
difundir esta cultura y esta vocación entre nuestros semejantes y entre todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que todos puedan experimentar la belleza de sentirse guardianes de la Creación.